El libro que anticipó 15 años el hundimiento del "Titanic"
El libro que anticipó 15 años el hundimiento del "Titanic"Cada 14 de abril se cumple un nuevo aniversario del fatídico impacto del “Titanic”, aquel formidable transatlántico al que se atribuyó prematura fama de insumergible, contra un témpano enorme. Dos horas más tarde, el navío se hundía hasta el fondo del mar en las gélidas aguas del Atlántico norte, allá por 1912.
Aquel vapor, construido entre 1909 y 1912 en el astillero Harland and Wolff de Belfast, Irlanda, era el segundo de los tres transatlánticos que formaban parte de la clase Olympic, propiedad de la naviera White Star Line, junto al “RMS Olympic” y, posteriormente, el “HMHS Britannic”.
Específicamente, el “Titanic” tenía 275 metros de longitud, más de 46.000 toneladas de peso y unos 40 metros de altura. Fue construido con un doble fondo especial, estando su casco constituido por 16 compartimientos estancos, aislados herméticamente separados unos de otros.
¿Qué riesgos podía correr una embarcación con estas características? En apariencia, ninguno.
Tal era la confianza de la empresa armadora, de los propietarios y del asegurador de la White Star Line, que se admitió colocar sólo 20 botes salvavidas capaces de trasportar a 1.180 personas.
Sin embargo, como se sabe, el “Titanic” en su viaje inaugural -y último- llevaba a bordo un número nunca precisado pero que, entre tripulación y pasajeros, superaba los 2.200. Lo ocurrido es historia conocida y cíclicamente reflotada a través de libros, relatos y filmes.
Concretamente, unas 1.500 personas desaparecieron en las heladas aguas del océano, que a esa altura del año tenía inmensos témpanos desprendidos del polo norte.
La tragedia, con todo, habría sido mayor si otra embarcación de grandes dimensiones, el “Carpathia”, no hubiera estado a pocas horas de navegación del sitio en que ocurrió el hundimiento.
Morgan Robertson, escritor estadounidense, publicó en 1898 en Nueva York su novela titulada “The Wreck of the Titan” (“El hundimiento del Titán”) en la prestigiosa revista McClure’s Magazine.
La sinonimia entre “Titán” y “Titanic” es por demás evidente; pero no acaban allí las misteriosas coincidencias, únicamente explicables por la parapsicología. En la novela que escribió Robertson es descripta la construcción de una enorme embarcación a la que, por sus detalles, se piensa insumergible.
Empero, de manera imprevista, en su primer viaje, encuentra un témpano al que no consigue eludir, impactando contra esa masa de hielo para hundirse en medio del Atlántico durante un día de abril. Todo lo cual concuerda con la historia del “Titanic”. Pero hay más precisiones sorprendentes entre lo imaginado (¿imaginado?) por Morgan Robertson a fines del siglo pasado y lo ocurrido realmente con el “Titanic” quince años después.
Ambas naves tienen tres hélices. El “Titán” desarrolla una velocidad de 25 nudos en el momento del accidente. El “Titanic” avanzaba a 22 nudos. Tanto el “Titán” como el “Titanic” desplazan 68.000 toneladas.
Del “Titán” se explica que transportaba 3.000 pasajeros, cifra bastante próxima a los más de 2.200 que llevaba la nave que naufragó en 1912. La eslora del “Titán” era de 244 metros; la del “Titanic” medía apenas 26 metros más. El “Titán” llevaba sólo cuatro botes salvavidas más que el vapor británico.
En los dos casos, las pérdidas humanas fueron enormes. Ambos barcos se hundieron por completo.
Sugestivas coincidencias
Las coincidencias son, prácticamente, totales. Por ello debe descartarse una simple casualidad o coincidencia. Cualquier análisis estadístico demostraría que la probabilidad de que se produzcan tales coincidencias es prácticamente imposible.
Asimismo, hay que tener en cuenta que el navío imaginado por Morgan Robertson era inconcebible para la ingeniería naval en el momento de escribir su novela. Todo esto hace que estas similitudes llamen significativamente la atención. Tenemos, entonces, una explicación parapsicológica para arrojar claridad sobre lo sucedido. Y es la siguiente: en el momento de dedicarse a escribir su obra, Robertson, profundamente concentrado, quizás cansado por trabajar en exceso y en un estado psíquico de semiconciencia -tan habitual en los creadores literarios y plásticos, que bien puede llamarse “estado alterado de conciencia”-, produjo un hecho parasicológico.
Tuvo lugar, a través del acto de escribir, un fenómeno extrasensorial de precognición: consiguió determinar un acontecimiento real que recién habría de tener lugar en un futuro cercano. Porque se impone una pregunta: ¿qué son quince años en términos de eternidad? Un suceso relacionado con lo que se proponía desarrollar en la novela. En verdad, escribió una novela histórica… ¡sobre un hecho futuro! Historió lo que todavía no había sucedido.
Como Julio Verne cuando describe el primer viaje tripulado a la Luna.
Otra posible explicación
También se puede aplicar la “ley de sincronicidad” enunciada por el sabio suizo Carl Gustav Jung (1875/1961), que es la ley opuesta y complementaria a la de “causalidad”. En la sincronicidad, dos o más hechos aparecen conectados no por una relación de causa y efecto, sino por similitud o simbología. La sincronicidad no está limitada ni por el tiempo ni por el espacio ni por la materia. Lo mismo que la fenomenología parapsicológica.
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